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Llegada la primavera, cuando se pasea por Sevilla, no es fácil esquivar el olor de los naranjos. Porque en la capital andaluza existen 47.776 ejemplares de estos árboles frutales, sin contar los que se encuentran en jardines, públicos o privados, parques o los 1.053 del Real Alcázar. En resumidas cuentas, con 5,7 millones de kilos de naranjas, esta ciudad se ha convertido en el mayor naranjal urbano del mundo.

Su fruto, la naranja amarga, es también conocido por ser muy codiciado por los paladares británicos. En sus cocinas, empezando por la de su majestad la reina Isabel II, no puede nunca faltar una confitura que lleva el nombre de Seville Orange Marmalade.

El origen de la historia de amor con esta mermelada de textura fina, consistencia ligera y dulce sabor, empieza en el siglo XVIII. Los ingleses, quienes forjaron un imperio comercial basado en la navegación marítima, descubrieron que si llevaban cítricos fermentados con azúcar en sus navíos evitaban el escorbuto. Esta era una enfermedad que provocaba hemorragias en los marineros por un déficit de vitamina C.

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